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Vacuna marcada frente al IBR: ventajas extra

Escrito por: Javier Marcos Sainero - Director Servicio Técnico Veterinario Vetia Animal Health

La tendencia de las sociedades humanas desarrolladas al consumo de alimentos seguros, exentos de patógenos potenciales y libres de peligros, hace pensar en la obligación de tener una producción de carne bovina que se pueda considerar en la cima de la exigencia del consumidor.

Uno de los requerimientos de mayor aspiración consiste en poder disponer de una carne que, además de contar con todas las normativas higiénicas y sanitarias que marca la ley para poder ser puesta a disposición del público consumidor, esté exenta de material biológico cuya presencia no representa en sí un peligro directo para el ser humano pero su ausencia en el alimento habla de una producción limpia, sana y que vela por el bienestar de los animales involucrados en ella.

Una buena cantidad de enfermedades infecciosas se asientan en nuestros colectivos ganaderos provocando en ellos enfermedad, lo cual tradicionalmente se ha venido interpretando como un factor que influye netamente en la productividad zootécnica de las explotaciones y, ahora, se valora también el aspecto del bienestar animal y de la higiene alimentaria.

No son muchas ni frecuentes las oportunidades en que la medicina veterinaria dispone de medios reales para acometer la erradicación de alguna enfermedad infecciosa de los animales, sin que la causa principal sea la severa presión de que aquella represente un riesgo que ponga en peligro la propia salud humana.

Hay un aspecto adicional en toda esta situación actual, que con frecuencia tendemos a minusvalorar, que consiste en permitir la existencia de reservorios de individuos infectados que contribuyen a la diseminación permanente y a la perpetuación de la enfermedad en nuestra cabaña.

También se debe considerar que los animales que se encuentran infectados por algún patógeno específico, aunque esta infección sea de carácter subclínico, asintomático y aparentemente banal, suelen estar bajo los efectos de un debilitamiento inmunitario de los animales que se hallan en esa situación y por tanto de los colectivos de los que forman parte que hace más fácil que en ellos irrumpan otras enfermedades que comprometan gravemente su situación.

Las enfermedades infecciosas son desde los comienzos de la ciencia veterinaria uno de los principales y más complejos retos a los que nos debemos enfrentar. Las vacunas y su uso racional son la solución de mayor valor con que contamos para controlar estos procesos y, desde un tiempo, disponemos de vacunas desarrolladas con las últimas tecnologías que en determinadas patologías aportan enormes ventajas que no se deben desaprovechar.

Una de las enfermedades infectocontagiosas del ganado bovino que más ventajas ha obtenido por el desarrollo reciente de vacunas de última tecnología es el IBR.

Esta enfermedad causada por un herpesvirus, con implicaciones en el síndrome respiratorio bovino y causante de complicaciones reproductivas en las vacas destinadas a ser madres, es una de las que responden a las condiciones señaladas y enumeradas en el preámbulo.

Es una enfermedad:

Debemos ser conscientes de que esta enfermedad no representa ningún riesgo para la salud humana en absoluto, pero puede ser objeto de ser percibida como indeseable para los consumidores más exigentes, porque los animales que se infectan con el virus del IBR sean considerados depositarios de su genoma hasta el momento de su sacrificio.

Hay que recordar que las infecciones por herpesvirus, como el que ocasiona el IBR, son vitalicias por su capacidad de pasar a fase de latencia enmascarando el ADN vírico con el ADN del animal al que infecta.

Afortunadamente, se cuenta para el control y erradicación del IBR con vacunas que permiten, después de ser administradas a la población, discriminar entre los animales infectados y los vacunados por lo que la utilización estratégica de este tipo de vacunas, combinada con las analíticas discriminatorias (la deleción gE- es clave) y el sacrificio, permiten proteger a la población susceptible de infectarse y distinguir a los vacunados de los infectados de forma sencilla.

En las poblaciones en las que se decida plantear una erradicación del IBR no es necesario establecer un método cuyo coste sea insostenible, económicamente hablando. El plan puede establecerse de manera paulatina y con medio plazo, de manera que no sea necesario eliminar animales de forma exhaustiva e irracional.

La idea consiste en vacunar masiva y continuamente a toda la población bovina presente en la explotación. El periodo de aplicación de esta medida estará en relación directa con el tiempo en que se eliminen del colectivo los animales que analíticamente sean positivos a la infección.

Los animales que por su edad pudieran presentar interferencia de la inmunidad recibida por el calostro de sus madres con su vacunación, deberán ser inmunizados hasta la edad de tres meses con vacuna marcada, viva, atenuada, aplicada por vía intranasal.

A partir de los tres meses de edad, la vacunación se hará con una vacuna de iguales características, pero administrada por vía parenteral.

Los animales adultos se vacunarán periódicamente con vacunas marcadas atenuadas, por vía parenteral, con la frecuencia necesaria para mantener una protección idónea.

En estas explotaciones conviene detectar periódicamente aquellos animales que presenten anticuerpos que delaten infección actual o en algún momento anterior de su vida. Esto es clave porque ayudará a seleccionar los animales que serán eliminados de la explotación de manera preferente y nos dará una visión clara de cuál es la evolución de la prevalencia en el rebaño.

Vuelvo a recordar que los animales que presenten serología positiva a la infección, difícilmente se habrán librado del virus por la capacidad de este de pasar a latencia permanente.

El conocimiento constante de la situación de vacunación/infección de los efectivos presentes en la explotación será la guía fundamental que nos orientará sobre qué animales han de ser eliminados preferentemente y, asimismo, el nivel de intensidad que debemos imprimir al plan de erradicación para cubrir etapas y objetivos.

Hacer un desvieje selectivo, dando preferencia a la eliminación del colectivo de aquellos animales positivos que más edad tienen o que acumulan otras circunstancias que los hacen poco productivos, debe prevalecer.

Es imprescindible, en todo plan de erradicación de esta naturaleza, el control exhaustivo de todos los animales que entran en la explotación.

Es importantísimo no adquirir para nuestro rebaño, animales que procedan de explotaciones cuya situación epidemiológica para esta enfermedad sea desfavorable con relación a la nuestra y, en todo caso, todos los animales que ingresen en la explotación deberán ser puestos en cuarentena y chequeados serológicamente, a la vez que son sometidos al plan de vacunación que les corresponda.

En todo caso no deben admitirse animales que den positivo a la serología que pone de manifiesto la infección, aunque no muestren signo alguno de la enfermedad.

El programa debería ser lo suficientemente prolongado como para garantizar que todos los animales presentes en la explotación estén libres de infección e inmunológicamente protegidos.

La decisión de suprimir la vacunación solo se podrá tomar si hay garantía suficiente de que la infección no es posible porque ningún animal que entre en contacto con nuestro colectivo esté en situación de diseminar el virus.

La vacunación con vacunas marcadas junto a las analíticas y las cuarentenas, son los medios con los que contamos para eliminar de nuestros animales la infección por IBR y mantenerlos libres después. Contar con los medios y no aplicarlos nos lleva a una situación de persistencia del problema difícilmente justificable.

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