¿Qué aporta el muestreo de BHBA en el control lechero?
La cetosis supone un problema común y costoso para la industria lechera. Numerosos estudios han demostrado su relación con:
- Otras enfermedades metabólicas.
- Menor producción de leche.
- Mayor incidencia de mastitis.
- Impacto negativo en la reproducción del rebaño.
Todo esto representa una pérdida económica importante que muchas veces no se valora de manera correcta. Uno de los principales problemas para su correcta valorización radica en la parte oculta de la enfermedad.
Los animales afectados pueden mostrar signos más o menos específicos de la cetosis, como son:
- Pérdida de apetito.
- Disminución de la producción.
- Heces secas.
- Sintomatología nerviosa.
Sin embargo, la mayor parte de las veces, los animales no presentan síntomas aparentes y la cetosis permanece en un nivel subclínico debido a la ausencia de sintomatología.
A veces, incluso, animales con una producción de leche elevada pueden sufrir cetosis subclínica, lo que nos indica que algo en su metabolismo está fallando y probablemente su producción podría ser incluso mayor.
Por ello, se trata cada vez más de hablar de hipercetonemia (niveles altos de cuerpos cetónicos en sangre) que de cetosis, para evitar la confusión generada por la aparición de sintomatología o no.
Por lo tanto, para poder realizar una correcta valoración del impacto de la enfermedad en un rebaño se deben realizar pruebas específicas para su diagnóstico, dejando a un lado la sintomatología clínica.
La prueba de referencia para el diagnóstico de la cetosis es la determinación laboratorial en sangre o suero de las concentraciones de cuerpos cetónicos (Tatone y col., 2016), y es el β-hidroxibutirato (BHBA) el cuerpo cetónico de referencia para el diagnóstico.
Sin embargo, y dada la necesidad de disponer de herramientas rápidas, precisas y prácticas, a lo largo de estos años se han puesto en el mercado diferentes test para el diagnóstico de la cetosis, entre los que se incluyen métodos cuantitativos y semicuantitativos que utilizan sangre, leche e incluso orina (Tatone y col., 2016).
Con estas herramientas se han conseguido desarrollar unas buenas estrategias de