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Cambio climático aumentará el riesgo de incendios en las dehesas a «muy alto»

El cambio climático aumentará el riesgo de incendios en las dehesas de “medio” a “muy alto”. Más de 5,8 millones de hectáreas que suponen la quinta parte de la superficie forestal española


Lo recoge el primer estudio de investigación, realizado por Pablo Resco, responsable de Riesgos Agrarios de COAG, sobre los impactos del cambio climático en nuestro sector agrario. Subrayan que con un incremento de 2°C en las temperaturas en apenas dos décadas, los daños podrían ser muy graves, poniendo en peligro las dehesas de encina de la parte occidental de Andalucía y Extremadura.

Aunque la dehesa está formada por bosques y vegetación bien adaptada a las condiciones de la península, el aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones aumentarán el riesgo de incendios y la erosión, afectando negativamente a la regeneración natural de especies vegetales y debilitar las defensas frente a agentes patógenos.

De hecho, se puede apreciar ya un decaimiento de algunos encinares asociado a sequías, la enfermedad de la seca y otras enfermedades, y en algunos casos el abandono de la gestión. Esto parece respaldar las conclusiones de otros estudios que predicen una reducción general de la superficie climáticamente adecuada de especies como la encina, el roble albar y el alcornoque.

Los bosques adehesados suponen 5,8 millones de hectáreas, la quinta parte de la superficie forestal española.

Con un incremento de 2°C en las temperaturas los daños podrían ser muy graves, poniendo en peligro las dehesas de encina de la parte occidental de Andalucía y Extremadura.

Además, el aumento de la concentración de CO2, de la temperatura y los cambios en la distribución de las precipitaciones también comportarán cambios en la producción y calidad de los pastos: caídas de los rendimientos de forrraje del 30% y reducción de la disponibilidad para los animales de nutrientes, particularmente de proteínas.

 

Elaboración de COAG  con datos de Copernicus

En el caso de los incendios, los modelos forestales apuntan a un incremento de su frecuencia e
intensidad por el aumento de las temperaturas, descenso de las precipitaciones, la acumulación de combustible, la despoblación rural y los planes de incendio.

Esto supondrá importantes cambios en la vegetación e incrementos del riesgo de erosión mecánica del suelo. Este proceso se podría agravar por la concentración de las lluvias en episodios más intensos y una extensión de los períodos secos, que podrían conducir a una reducción de los nutrientes en los suelos.

En estas dehesas, el aumento de la temperatura y la reducción de las precipitaciones producirían un agotamiento temprano de la vegetación herbácea, lo que supondría una mayor incidencia de los herbívoros sobre las plantas leñosas de manera que si no se interviene, el proceso podría caminar hacia la desertización.

Menos pastos y de menor calidad
La dedicación preferente en las dehesas es la explotación ganadera extensiva con razas ganaderas tradicionales y baja densidad de población (vacuno, ovino, porcino y caprino), junto con otras actividades complementarias como la producción agrícola (especialmente cereales) y forestal (corcho y leña).

El estudio de COAG recoge que el aumento de la temperatura y los cambios en la distribución de las precipitaciones también comportará cambios en la fenología, producción y calidad de los pastos: puede provocar una reducción en rendimiento de forraje de hasta un 30% en algunas áreas.

En cuanto a la calidad del forraje, el cambio climático podría reducir la disponibilidad para los animales de nutrientes, particularmente de proteínas. Aunque esto podría compensarse por un mayor desarrollo de leguminosas, su desarrollo estaría limitado por la deficiencia de fósforo habitual en las dehesas del suroeste. En consecuencia, es esperable en España un deterioro en las cualidades nutricionales generales del pasto (menor digestibilidad y contenido en proteínas), lo cual redundaría negativamente en las emisiones de metano ruminales por unidad de materia seca ingerida.

En ese sentido, Pablo Resco, ha subrayado que “aunque existen medidas de adaptación que podrían amortiguar parte del impacto, éstas tienen una capacidad limitada que podría verse sobrepasada si no hay una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y en todos los sectores. Asimismo, ha adelantado que los seguros agrarios, una de las piezas claves de la política agraria en España, podrían tener dificultades para ofrecer una cobertura asequible por el incremento del riesgo, “aspecto que se ha evidenciado en las dos últimas campañas ante la magnitud de los fenómenos climáticos adversos y extremos que han afectado a nuestra agricultura”.

Además, todos estos factores tienen importantes consecuencias sobre el potencial de carga ganadera en las dehesas. El cambio climático aumentará la competencia por unos menores recursos (pastos y agua) entre el propio ganado doméstico y también la fauna silvestre. Esto aumentaría el riesgo económico, ya que la reducción de la productividad del pasto obligaría al ganadero a un mayor movimiento de los animales en busca de nuevos recursos o al uso de suplementos en la nutrición, con el consiguiente incremento de la huella de carbono y del coste económico. Por lo que para reducir este riesgo económico puede ser necesaria la disminución de la carga ganadera, evitando una intensificación de la ganadería.

Existiría también un mayor contacto y transmisión de enfermedades de ungulados silvestres con los animales domésticos. La escasez de agua provoca contactos más estrechos entre ambos. Además, las enfermedades se contagian de manera más común en abrevaderos pequeños.

“Aunque algunos de estos efectos ya sean visibles, entender las consecuencias de los riesgos climáticos es la base para desarrollar estrategias de prevención del cambio climático y protección del mundo agrícola, a base de financiación y políticas regionales, nacionales y comunitarias. Tomar acción hoy de forma urgente con el objetivo de mantener el calentamiento por debajo de los 1.5ºC, es más eficiente y menos costoso. La prevención del cambio climático, por tanto, no sólo nos ayudará a proteger nuestra agricultura y economía, sino que también hará que un eterno verano no seque nuestra gastronomía, tradiciones, cultura e identidad” ha apuntado Miguel Padilla, Secretario General de COAG. 

 

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