La granja debastada de Ucrania: 2.000 vacas muertas y un reguero de minas que explica la devastación de la agricultura en el país
Así lo afirma uno de los responsables, Serguéi Yatsenko, que asegura que, tras ser atacada, la granja fue ocupada por los invasores. Este es solo un pequeño ejemplo de los daños que el sector sufre en una guerra en la que cientos de granjas, campos y silos han sido destruidos. Las fuerzas de ocupación también han robado maquinaria y parte de la producción de cereal de un país que está considerado como uno de los graneros del mundo, denuncia Kiev.
La invasión, que comenzó el pasado 24 de febrero, ha causado pérdidas en la agricultura y la ganadería de Ucrania por valor de más de 40.000 millones de euros, según estimaciones del Gobierno. Con los pies en Shestakove, en el distrito de Vovchansk, es fácil comprobar la devastación.
El remate, tras dejarla casi destruida desde el aire, fue la ocupación de las instalaciones durante un mes por parte de las tropas rusas. Hasta 2.000 de las 3.000 vacas de la granja murieron al principio de la invasión rusa. Los ataques tuvieron lugar entre febrero, desde el día 28, cuando murió uno de los empleados, hasta avanzado marzo, detalla Yatsenko. La ocupación de la granja, desde el 3 de abril hasta que fueron desalojados por los militares ucranios el 5 de mayo. «Aquello que tenía todavía utilidad, se lo llevaron. Todo», comenta. Yatsenko insiste en respuestas a preguntas del reportero que ninguno de los daños fue causado por el Ejército local al hacer frente a los rusos. El ataque a la granja de Shestakove supone una violación de la Convención de Ginebra, que regula la protección de las víctimas en los conflictos armados, apunta el Center for Strategic and International Studies (CSIS) , con sede en Washington, que acusa al presidente ruso, Vladímir Putin, de emplear el hambre de la población como arma de guerra.
Tras el fin de la ocupación, el millar de vacas que sobrevivieron fueron trasladadas a una explotación de la región de Poltava. Mientras logran recuperar el ritmo previo a la invasión, la solución de Agromol, explica Yatsenko, ha sido adquirir leche a otras empresas y así poder seguir elaborando en la planta de Járkov los diferentes tipos de leche, mantequilla o yogures con que surten a 130 tiendas en esa ciudad. Todavía hoy, los pocos empleados que se ven conviven con los cadáveres sin retirar de algunas de las vacas. Son básicamente pellejo y huesos donde ya no se posan ni las moscas. Algunos permanecen desvencijados con la cabeza sobre los comederos, donde les pilló el ataque de turno. Otros animales fueron disparados por la onda expansiva a los tejados. Y otros salieron volando al pisar alguna de las minas y acabaron en los tejados. Cerca de los establos se ve a empleados trabajando en el tendido eléctrico, pero el suministro no se ha restablecido todavía, señala el responsable de la granja. Por unos segundos ruge un gran generador que se halla delante de uno de los establos, pero pronto se detiene. Yatsenko asegura que consumen 80 de litros de combustible cada hora.
«Es un gran problema que no podamos cultivar o dar de comer a los animales. O que seamos nosotros los que acabemos manipulando las minas», lamenta Yatsenko delante de una decena de artefactos que han sido localizados por los equipos de seguridad estatales, pero que no han sido retirados todavía.
Se queja de la lentitud de los trabajos, pero las autoridades reconocen que la limpieza de todos los artefactos puede llevar una década. A diferencia de otros puntos de la región de Járkov, no hay una sola señal de advertencia en el camino, ya que transcurre dentro de la granja. Los restos de una vaca que puso la pezuña en uno de los explosivos permanece unos metros campo adentro como clara muestra de que ese peligro casi invisible es muy real.
Fuente:
El País-Luis de Vega
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