«Desde los organismos oficiales se le dijo que le pagarían el coste de las ovejas desaparecidas, pero que tenía que pastorear el rebaño protegido por verjas con vibraciones eléctricas y con perros suficientes para ahuyentar al oso»
“Hay una visión urbana, funcionarial y política de la ruralidad que acaba imponiéndose ante la indefensión de los que quedan en el territorio, lo cuidan, lo cultivan y lo conocen mejor que nadie. Hay un sentimiento imborrable de arraigo y pertenencia a la tierra.”
Los productos mediterráneos históricos como el aceite, el vino y los cereales se pagan al agricultor al idéntico precio que hace veinte años. Las causas de la despoblación rural son muchas y complejas. Pero los intentos para repoblar el país vaciado se proyectan desde departamentos oficiales sin tener en cuenta la experiencia y la sabiduría acumulada de muchas generaciones que han mantenido con la tierra una relación estrecha, patrimonial, casi mística.
“Recuerdo la trashumancia que emprendían al comenzar el verano desde las planicies de Les Garrigues hasta llegar a Farrera al cabo de varios días.” Ahora lo hacían con camiones.
Los osos se reimplantaron en el Pirineo en 1992. Una pareja primeriza ha ido reproduciéndose en las dos vertientes de la cordillera y en estos momentos rozan el centenar de ejemplares.
El oficio de pastor a campo abierto ha desaparecido. Ramon no volverá con las ovejas a Farrera donde los Cornellana tienen casa desde hace varias generaciones. El oso ha ganado la batalla al pastor.
Desde los organismos oficiales se le dijo que le pagarían el coste de las ovejas desaparecidas, pero que tenía que pastorear el rebaño protegido por verjas con vibraciones eléctricas y con perros suficientes para ahuyentar al oso.
“Lo que no tiene precio”, le contó Ramon a L.Foix cuando decidió llevarse las ovejas de Farrera, “es mi relación profesional y sentimental con una tierra en la que ya mi bisabuelo empezó a apacentar un pequeño rebaño por unas montañas que miran a la Pica d’Estats desde la distancia”. Los Cornellana pasaban todo el verano en Farrera y ahora irán de vez en cuando. La visión urbanita de cómo tiene que ser el mundo rural va despoblando paulatinamente a nuestros pequeños pueblos que pierden la cultura propia, las costumbres y la historia secular que han acumulado.
En el año 2010 había 26.836 agricultores censados en Catalunya. Ahora hay 22.233 con tendencia a la baja. La ruralidad en su sentido más genuino está retrocediendo respecto a la visión urbana de la vida en los pueblos. Según Foix, es un error que, si no se pone remedio, será irreversible.
Pensemos que una de las crisis más potentes que se avecinan es la alimentaria en el ámbito global. El campo necesita subsistir no solo para remediar las dificultades de los agricultores sino porque es un bien de interés público que será cada vez más imprescindible.
El turismo rural es una ayuda para que muchos pueblos puedan evitar la despoblación progresiva. Pero topamos también con la Administración y sus planes urbanísticos, que son de una rigidez extrema. En muchos sitios no se pueden construir viviendas nuevas porque no hay espacio edificable. Hay que encontrar soluciones razonables, estéticas e imaginativas si de verdad se quiere mantener el patrimonio cultural, histórico y productivo de nuestra tierra.
Hay que contar con la opinión de los que han mantenido viva la vida rural a pesar de todas las adversidades.
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