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El sector ganadero cierra 2024 con la cifra más baja de explotaciones en una década, mientras el número de granjas se reduce un 28% en diez años
El sector ganadero en Canarias atraviesa una de sus peores crisis de los últimos años. Según los datos del Instituto Canario de Estadística (Istac), en 2024 el archipiélago cerró con 4.085 explotaciones, una caída significativa desde las 5.211 de 2014, la cifra más alta registrada. Esto representa una reducción del 28% en la última década, lo que confirma la tendencia decreciente de la actividad ganadera en la región.
Aunque algunas especies han registrado un ligero repunte en el número de explotaciones, como los caprinos (1.261 frente a 1.256 en 2023) o los ovinos (854 por 844 en 2023), otras han experimentado una caída alarmante. El número de explotaciones bovinas se ha desplomado hasta las 606, frente a las 923 de 2014, mientras que la cría de conejos ha sufrido una reducción de casi el 95% en dos décadas.
Más allá de la caída en el número de explotaciones, el declive de la ganadería canaria pone de manifiesto problemas estructurales que afectan a la producción local. La competencia con productos importados subvencionados, el encarecimiento de los costes de producción y las trabas burocráticas han llevado a muchos ganaderos a abandonar su actividad.
Uno de los principales factores que afectan a la viabilidad del sector primario en Canarias es el Régimen Específico de Abastecimiento (REA), un sistema de subvenciones diseñado para compensar los sobrecostes derivados del carácter insular del archipiélago. Este modelo permite la importación de productos esenciales sin aranceles y con ayudas directas, lo que en la práctica ha generado una competencia desleal para los productores locales.
Mientras los ganaderos canarios afrontan elevados costes de producción, los productos importados llegan a las islas a precios mucho más bajos, haciendo prácticamente imposible competir en el mercado. Como resultado, muchas pequeñas explotaciones han desaparecido, incapaces de sostenerse ante una economía que favorece la importación masiva en detrimento de la producción autóctona.
Theo Hernando, secretario general de Asaja Canarias, lo resume con claridad:
“Los productos que vienen de fuera, si encima son subvencionados, hacen mucho más difícil que los productores locales puedan sobrevivir. La ganadería ha caído un 28% en los últimos 10 años.”
La crisis de la ganadería no es un problema aislado. Canarias depende en más de un 90% de los alimentos importados, lo que la convierte en una de las regiones más vulnerables ante crisis internacionales. La pandemia del COVID-19 fue una prueba de ello: el desplome del comercio y los problemas logísticos generaron desabastecimiento y aumentos de precios en productos esenciales.
En un contexto de cambio climático, crisis geopolíticas y encarecimiento del transporte, esta dependencia extrema del exterior supone un riesgo estratégico para el archipiélago. Sin un sector primario fuerte, cualquier interrupción en las cadenas de suministro globales puede afectar gravemente la seguridad alimentaria de la población.
Otro desafío clave es el rápido crecimiento de la población en Canarias. En apenas 50 años, el número de habitantes ha pasado de poco más de un millón a 2,2 millones, aumentando la presión sobre los recursos locales.
Este crecimiento hace aún más necesaria una estrategia de soberanía alimentaria, que refuerce la producción local en lugar de seguir dependiendo casi exclusivamente de la importación. Sin embargo, las políticas actuales no solo no han favorecido el sector primario, sino que han contribuido a su debilitamiento.
La crisis de la ganadería en Canarias no solo se debe a factores económicos y políticos. También forma parte de un fenómeno global: el control del mercado alimentario por parte de grandes empresas.
Las grandes cadenas de distribución han impuesto un modelo en el que importar productos es más rentable que fomentar la producción local. Esto ha provocado que los pequeños ganaderos y agricultores no puedan competir, viéndose obligados a vender por debajo de sus costos o directamente a cerrar sus explotaciones.
El modelo actual beneficia a las grandes empresas de distribución y comercialización, mientras que asfixia a los pequeños productores y aumenta la dependencia del exterior.
Revertir esta situación requiere un cambio profundo en las políticas económicas y alimentarias del archipiélago. Algunas de las medidas que podrían contribuir a fortalecer el sector primario incluyen:
Sin embargo, para que estas medidas se lleven a cabo, sería necesario un cambio en la mentalidad política y económica de Canarias. Esto implica no solo apoyar al sector primario, sino también reducir la dependencia de las grandes corporaciones que dominan el mercado.
Si el declive de la ganadería sigue su curso, Canarias podría enfrentarse a una crisis alimentaria sin precedentes en caso de una disrupción global del comercio. No se trata solo de la supervivencia de los ganaderos, sino de la capacidad del archipiélago para garantizar su abastecimiento en un futuro incierto.
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