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El consumo de carnes frescas y derivados, en las frecuencias que recomiendan los especialistas, no supone per se un riesgo para la salud.

                María Sánchez

«No seré yo, que me dedico a la defensa de los intereses de un sector, quien corrija a quienes legítimamente hacen lo mismo. Pero, por favor, «juego limpio», porque un lobby o grupo de presión mal entendido o con intereses espurios puede dar al traste con la labor de quienes se esfuerzan en informar técnicamente y ser escuchados por las autoridades competentes, para facilitar el cumplimiento de la legislación, especialmente en sectores representados mayoritariamente por microempresas familiares que tienen necesidades y recursos diferentes, en función de su tamaño.»

De esta forma empieza su articulo María Sánchez, Licenciada en Farmacia y con formación de postgrado en nutrición, Directora General de Carnimad y Educarne y Secretaria General de Cedecarne, en Cárnica.

Según M. Sánchez, en los últimos años, venimos observando con preocupación cómo existe una guerra descarada contra los alimentos de origen animal, y especialmente contra la carne y los productos cárnicos. Esta guerra es incluso apoyada por algunas administraciones que han trasladado la ideología a la alimentación.

La producción de carnes y derivados se está utilizando de forma injusta para posicionar un mensaje en la mente de los consumidores: es posible comer carne sin carne, pero que sepa igual que la carne y parezca carne, con la falsa idea además de que estos sucedáneos son en general más saludables y sostenibles, argumenta claramente M. Sánchez, con 20 años de defensa y representación del sector especializado de la carne en España.

Hace tiempo ese mensaje se posicionaba en la salud: comer carne era poco saludable. Argumentos científicos de todo tipo han demostrado que el problema son los malos usos y abusos de algunos alimentos, y los estilos de vida inadecuados, sedentarios… pero realmente, cuando ponemos el problema fuera de uno mismo, es más fácil encontrar al culpable y ensañarse.

¡incluso se ha intentado relacionar el consumo de carne con determinadas ideologías políticas!

La ciencia es muy clara al respecto

M. Sánchez, explica que ya se ha demostrado, de forma científica, que el consumo de carnes frescas y derivados, en las frecuencias que recomiendan los especialistas, no supone per se un riesgo para la salud.

Para ella hay que buscar otros argumentos, y la sostenibilidad y el medio ambiente son en los que determinados grupos de opinión, de forma interesada, han encontrado el caldo de cultivo para la siembra del discurso anticarne. Todo esto regado abundante y convenientemente por poderosos grupos de inversión y financieros que tienen depositadas muchas esperanzas en los sustitutivos de la proteína animal. Y empezar por la carne, un producto que representa el 20% de la cesta de la compra, es una porción interesante de la tarta.

Pero no solo se trata de la carne, también se incluye a la leche, el huevo, y el pescado viene a la zaga con los sucedáneos de proteína de pescado. No lo duden, no se busca la coexistencia pacífica de productos de origen animal y plant based en el mercado, sino el desplazamiento de unos alimentos que llegan a nosotros gracias al trabajo de muchas familias, ganaderos, industriales, profesionales del comercio, para sustituirlos por otros en manos de unas pocas fortunas, que decidirán el futuro de la humanidad mediante la alimentación.

Para M. Sánchez, tenemos que cuidar el medio ambiente, nadie lo duda. Debemos trabajar por la sostenibilidad, ya se está haciendo desde hace tiempo. Que tendremos que replantearnos la forma en la que producimos nuestros alimentos con un respeto por el medio ambiente, sin duda. Pero no olvidemos que la sostenibilidad tiene varias patas y el medio ambiente es solo una de ellas.

Un camino peligroso

Si no queremos poner en juego la salud de la población mundial, y garantizar el abastecimiento de alimentos para un número cada vez mayor de habitantes, gran parte de ellos en países donde no tienen acceso a una proteína de calidad, no nos dejemos guiar solo por cantos de sirena.

Cultivemos el espíritu crítico, preguntemos qué planes sustitutivos existen, qué estudios a futuro, para cuando no haya ganadería ni agricultura capaz de satisfacer las necesidades globales (ya empiezan a surgir y no son muy alentadores), qué problemas puede tener el consumo de insectos que se nos ofrece como la panacea sin saber aún los riesgos de seguridad alimentaria que pueden plantear, escuchemos a los científicos y no solo a la ideología que ocupa puestos cada vez más elevados en la escala de decisiones políticas.

Trabajemos juntos por un futuro mejor, porque puede que cuando queramos darnos cuenta, la situación sea irreversible. Las administraciones deben implicarse más en la solución de los problemas y trabajar junto a los sectores en sus esfuerzos por mejorar sus prácticas, por reducir el impacto medioambiental de las granjas, por la valorización energética de los residuos, por reducir el desperdicio alimentario, por mejorar el bienestar animal, en definitiva, por realizar el trabajo que llevan haciendo desde tiempos inmemoriales los profesionales del sector cárnico, de la mejor forma posible para el futuro de todos-M. Sánchez-





 
 

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