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La BVD (Diarrea Vírica Bovina) es una enfermedad infecciosa con prevalencias a nivel de rebaño que oscilan entre el 84,4 – 100% para ganado extensivo y el 57,1 – 94% para ganado de leche (Arnaiz et al., 2012).
Un estudio realizado recientemente con muestras procedentes de explotaciones de ganado bovino con cuadros clínicos inespecíficos concluyó que en un 30,6% de las explotaciones de carne extensivas, en un 33,7% de explotaciones de leche, y en un 19,32% de cebaderos, había al menos un animal positivo a antígeno, lo que deja ver el elevado porcentaje de explotaciones con BVD inaparente (Astiz et al., 2016).
Se calcula una prevalencia individual de PIs (persistentemente infectados) en cebaderos entre el 0,1 y el 4% (Campbel, 2004).
Este dato no debe sorprendernos si tenemos en cuenta:
La diseminación entre los animales del lote de entrada y entre el resto de componentes del cebadero es lenta y gradual, en contra de lo que comúnmente se piensa.
Se calcula que el 50% de los animales persistentemente infectados por el BVDV mueren dentro del primer año de vida, lo que implica que la mitad de estos animales sobreviven durante esta etapa, que es precisamente el periodo medio de cebo en España.
Si a esto añadimos que un animal PI es capaz de infectar al 90% de los animales en contacto en el transcurso de 2-3 meses (Moermean et al., 2005) puede entenderse fácilmente la enorme repercusión de la existencia de un PI entre los animales del lote de entrada.
Merece la pena resaltar otro trabajo que demuestra que un grupo de 53 terneros en contacto con un animal PI necesita un mes para que todos ellos se contagien con el BVDV (Lalitha, 2018). Lo cierto es que la diseminación comienza rápidamente en presencia de animales PI, si bien se prolonga largamente en el tiempo.
Pero el problema se presenta aún más dramático si incluimos en la ecuación también a los animales transitoriamente infectados (TIs). La probabilidad de que exista un animal TI entre los componentes del lote de entrada es incluso superior a la que ya conocemos de que exista un ternero PI.
Sabemos que un ternero TI es capaz de excretar virus, en cantidad discreta pero suficiente como para infectar a otros animales, durante unas 2 a 3 semanas, que es el tiempo medio que dura la viremia.
Este dato se ve enormemente potenciado si atendemos al resultado de un estudio que indica que, en condiciones de contacto constante, en un grupo de bovinos en el que inicialmente hay un animal TI junto con otros animales susceptibles (no protegidos), puede mantenerse la presencia de animales infectados transitoriamente durante más de 2,5 años (Moen et al., 2005, Goto et al., 2021).
El dato es demoledor. No es necesaria la presencia de animales persistentemente infectados para contagiar un lote de animales susceptibles, sino que la presencia de infectados de modo transitorio es de sobra suficiente.
Sin embargo, existe una medida que sí ha demostrado ser eficaz (Moenning et al., 2015): la vacunación sistemática de los animales a la entrada.
El uso de vacunas, tan pronto llegan los animales al cebadero, especialmente si se trata de vacunas vivas, tiene el efecto de aislar a los potenciales animales excretores de virus. El efecto protector de la vacuna se alcanza más rápidamente que la diseminación del virus, generando así una barrera eficaz a la infección entre aquellos animales que aún no han sido infectados.
El efecto puede verse a dos niveles:
UN CASO REAL
El brote que describimos a continuación tuvo lugar a comienzos de marzo de 2020 en una unidad de cebo comercial, en el término municipal de Lorca, Murcia.
Manejo e instalaciones
Descripción del brote
Se reciben dos lotes de terneros con una semana de intervalo, procedentes de la Cornisa Cantábrica:
Ambos lotes se ubican en la misma nave de recría, aunque separados por un pasillo de unos 4 metros de ancho.
El programa sanitario de entrada que recibieron estos dos lotes es el siguiente:
En la segunda semana de estancia en la explotación se desarrolla un proceso digestivo muy insidioso, que afecta a animales de ambos lotes.
Los animales enfermos responden mal a los tratamientos y sufren constantes recaídas. Presentan diarrea, decaimiento, anorexia, emaciación y depresión general. Se encuentran echados, sin capacidad para mantener la estación. Finalmente, la mayoría de los animales que enfermaron murieron.
En algunos animales también aparecen cuadros respiratorios de carácter recidivante que igualmente responden pobremente a los tratamientos instaurados.
La mortalidad final, fruto de estos brotes, es del 50% para el LOTE 1 y del 35% para el LOTE 2.
Diagnóstico
Se realizaron varias necropsias, con los siguientes resultados:
Los resultados de las primeras necropsias no aportaron ningún dato concluyente, ni ninguna pista que ayudase a dirigir el diagnóstico. Las lesiones en los diferentes animales parecían ser diferentes. La distribución de la enfermedad entre los animales, de ambos lotes, parecía ser caprichosa, y sin aparente relación entre ellos. Esto sucedía con ambos lotes.
Lo único común fue el momento de la aparición, de manera explosiva en la segunda semana de estancia en el cebadero; la alta incidencia en los dos grupos de terneros y la escasa respuesta a los tratamientos.
Sin embargo, en necropsias posteriores en otros terneros, los cuadros por fin parecieron tener un patrón común:
Se tomaron muestras de ambos terneros para investigar la posible relación de los casos con el BVDV, ya que tras las últimas necropsias realizadas se señala a este agente como posible causa. Las muestras se toman el día 24 de marzo del 2020 y se envían para realizar pruebas de detección de Ag (RT-PCR), serología (ELISA de bloqueo p80) y anatomía patológica.
Ese mismo día, se realiza una extracción de sangre completa (EDTA) a 22 animales de manera aleatorizada, en ambos lotes, para realizar serología (detección de AC frente a la proteína p80; estos animales no habían recibido vacuna alguna): 7 muestras del LOTE 1 (terneros nº 16 a 22) y 15 muestras del LOTE 2, tomadas en cubículos alternos (nº 1 al 15). Este muestreo se repite, en los mismos animales, el día 17 de abril.
Los resultados se detallan en la Tabla 1.
CONCLUSIONES
A tenor de los resultados obtenidos de las diferentes muestras analizadas, del resultado de las necropsias, del desarrollo epidemiológico y de la sintomatología observada, podemos extraer varias conclusiones:
El aislamiento de al menos un animal positivo a pruebas de antígeno de BVD, y de la progresiva seroconversión de animales inicialmente negativos a pruebas de anticuerpos, nos indica que la explotación ha sufrido una infección por el BVDV.
No se dispone de una segunda muestra para serología de los Terneros 1 y 2. En la primera, uno de ellos resultó ser positivo a antígeno y negativo a anticuerpos p80, además de presentar un cuadro histopatológico compatible con BVD.
Aunque no podamos afirmarlo definitivamente al no tener resultado de la segunda serología, todo indica que se trata de un animal PI que, en este caso, se ha manifestado muy tempranamente y es compatible con un cuadro de Enfermedad de las Mucosas (MD) con desarrollo temprano, por debajo de los 6-12 meses de vida que marca la bibliografía como más probable (Brodersen, 2014; Sasha R. et al., 2013).
El desarrollo del cuadro general es compatible con el desarrollo de una cepa agresiva del BVDV. Este tipo de desarrollo es compatible tanto con cepas del BVDV-1 como del BVDV-2 (Ridpath, 2010-1; OIE 2015), así que al no haber secuenciado el virus aislado, no podemos concluir de que genotipo se trata.
El sistema de jaulas individuales no ha sido suficiente para frenar la propagación interna del virus. Quizá sea consecuencia de su diseño (permiten el contacto entre animales consecutivos) o por el sistema de manejo empleado que permitía el uso de la misma tetina para varios animales. Parece ser que introducirla en una solución desinfectante entre animal y animal no es suficiente para desactivar el BVDV.
La enorme agresividad del cuadro que describimos en este caso puede deberse a varios factores.
Ha sido posible diferenciar situaciones individuales de la enfermedad compatibles con infección aguda no persistente, con sintomatología clásica del proceso, como son los cuadros ulcerativos y hemorrágicos descritos en muchas ocasiones, o la muerte temprana sin tiempo a su desarrollo en otras.
Aunque no ha sido confirmado mediante estudio analítico, todo apunta que ha existido un proceso de inmunodepresión asociado a la enfermedad, consecuencia del cual se ha visto enormemente incrementada la patología inespecífica del cebadero, especialmente manifiesta al inicio del brote, y no solo en los dos lotes afectados.
El aumento de morbilidad en cuadros respiratorios (Ridpath, 2010-2) y digestivos, y la falta de reacción a los tratamientos dispensados parecen confirmar esta teoría (Clayton L. Kelling and Christina L. Topliff., 2013).
En algún caso cabe preguntarse si el BVDV ha actuado como agente facilitador del proceso en virtud de su evidente carácter inmunodepresor, o si ha actuado como agente primario de procesos digestivos y respiratorios (Christopher C.L. Chase, 2013).
La bibliografía describe ampliamente un cuadro de inmunodepresión asociado a la fase virémica de la infección con leucopenia, sobre todo neutropenia, consecuencia del tropismo del virus por las células de la serie blanca (V. Molina et al, 2013; Ridpath, 2010).
Este hecho puede explicar la asociación temporal de los cuadros de inmunocompromiso con la fase inicial del cuadro correspondiente al periodo virémico de la infección. Posteriormente, transcurridos los primeros 20 a 25 días desde el inicio del brote, la mortalidad se frenó considerablemente, aunque sí persistió de manera muy evidente el retraso en el crecimiento y aumentó notablemente el número de “animales crónicos”.
También está sobradamente descrito en la bibliografía la asociación entre la infección por el BVDV y el estrés. Esto también puede explicar que el brote se haya iniciado a los pocos días de la llegada de los animales al cebadero, tras el transporte, que posiblemente sea uno de los elementos más estresantes en la producción de ganado bovino de cebo.
Parece también evidente que la propagación inicial del virus comenzase antes de la entrada de los animales al cebadero, en el camión o incluso antes, pero su diseminación, temprana aunque sostenida en el tiempo, facilita que esta no se detenga en los primeros días y, desde luego, que haya afectado a otros animales y no solo a los compañeros de transporte.
MEDIDAS PARA EL FUTURO
Por desgracia, en muchas ocasiones es necesario pasar por un trance como el que hemos descrito para tomar conciencia de la importancia de las medidas de control frente a un proceso tan sumamente serio como es la BVD. Es obvio que en medicina veterinaria dos y dos no siempre son cuatro, y que el riesgo cero no existe, pero también que, si no se modifican los modos de trabajar, tampoco se podrán modificar los resultados.
Como consecuencia de lo aprendido con el brote de Diarrea Vírica Bovina descrito, hemos planteado a nuestro cliente una serie de medidas dirigidas a proteger la explotación frente a futuros brotes de esta enfermedad. Son estas:
En este sentido, habría que tomar conciencia de lo interesante que sería aumentar el aislamiento de las jaulas individuales para así limitar el contagio entre animales contiguos. Sin embargo, esta recomendación entra en conflicto con el RD 1047/1994 de protección de terneros que expone que “ningún alojamiento individual para terneros, con excepción de aquellos utilizados para aislar animales enfermos, deberá disponer de muros sólidos, sino de tabiques perforados que permitan un contacto visual y táctil directo entre los animales…”. Obviamente, permitir el contacto táctil entre animales implica posibilitar el contagio entre ellos, lo que implica una contradicción entre los criterios sanitarios y los de bienestar animal que deberá valorarse.
Una vacunación, no solo en el lote de entrada, sino en todo el cebadero. Existe mucha bibliografía que avala el interés de esta medida (Benjamin W. et al., 2015; Julia F. Ridpath, 2013) en todos los modelos productivos.
El uso de vacunas vivas, muy extendido en los grandes centros productores en USA y Canadá, se muestra como una excelente elección.
Las vacunas vivas modificadas por deleción frente a los genotipos 1 y 2 de la enfermedad han demostrado ser muy eficaces, rápidas y seguras, y cubren por completo, con una única dosis, todo el periodo de cebo (Platt & Kest, 2017; GregorMeyers et al, 2007; Bovela® EPAR, 2014), que en España raramente supera los 12 meses de vida. Sin embargo, su uso está indicado para animales por encima de los 3 meses de vida y no existen estudios publicados por debajo de esta edad, por lo que la decisión debe siempre quedar en manos del veterinario responsable. La alternativa la ofrecen las vacunas inactivadas, que ofrecen resultados también muy satisfactorios.
Nuestra recomendación es utilizar vacunas polivalentes inactivadas que contengan BVD, pues facilitan enormemente el manejo.
En cualquier caso, e independientemente de la vacuna elegida, debe aplicarse tan pronto como los animales lo permitan, según edad y competencia inmunológica, evitando vacunar animales enfermos o inmunodeprimidos.
La diseminación de la enfermedad es temprana pero paulatina, por lo que una buena pauta vacunal al inicio del cebo siempre llega a tiempo.
Dejando aparte el tipo de vacuna o los protocolos vacunales, no tenemos ninguna duda que la vacunación frente a la BVD, sin entrar a valorar otros procesos, es imprescindible en el cebo de terneros, tanto en mamones como en pasteros. Es una práctica realizada en cebaderos de todo el mundo y nuestra experiencia nos lo ha confirmado.
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