En estas fechas nos enfrentamos a uno de los momentos más críticos en la vida productiva de las vacas de leche, el verano y el estrés por calor. No solo afecta a las vacas que habitan los climas cálidos, sino que es un problema generalizado en los climas templados.
La sensación de calor que perciben las vacas va a estar relacionada con la temperatura y la humedad, por lo que debemos fijarnos en el índice de temperatura-humedad (ITH) que correlaciona ambos parámetros.
Diferentes estudios advierten que, en vacas de alta producción, un ITH > 68 ya afecta negativamente. Estos parámetros son fácilmente medibles mediante termohigrómetros.
Ilustración 1. Escala de estrés por calor revisada por la Universidad de Arizona (2011), modificada por el autor
Pero no solo va a afectar el ITH; también es interesante analizar las condiciones de alojamiento, ya que parámetros como la ventilación y la radiación solar directa influirán en el estrés por calor igualmente.
La temperatura de confort del bovino se sitúa entre los 5-20ºC y, a partir de ahí, entra en juego la humedad relativa.
Para mantener el equilibrio térmico las vacas van a favorecer la dispersión del calor mediante diversas estrategias:
Estrategias que suponen un aumento del gasto energético (en detrimento de producción y reproducción):
– Aumento de la frecuencia respiratoria – Salivación – Aumento del flujo sanguíneo subcutáneo
Reducción de actividades no esenciales: el objetivo es limitar la producción de calor corporal, por ejemplo, disminuyendo de la ingestión de alimento o a través de la selección de alimentos poco “caloríficos”.
El impacto económico que sufren las ganaderías durante estos periodos de estrés por calor puede suponer desde unos 100 €/vaca/año hasta los 400 €/vaca/año en situaciones severas.
Esto es consecuencia de una disminución de la producción de leche junto a la reducción de la concentración de grasa y proteína de la misma.
Pero también se producen los siguientes efectos:
Inhibición de la rumia
Inmundodepresión, con el consiguiente incremento de enfermedades
Alteración en la liberación de las hormonas LH y GnRH, con la consiguiente inhibición de la ovulación y expresión del celo; se reducen drásticamente los índices reproductivos
Para detectar los efectos del estrés por calor en nuestros animales deberemos monitorizar las vacas y las condiciones ambientales. La instalación de sensores en las naves que midan temperatura y humedad relativa nos ayudarán a detectar estas situaciones y a que se activen sistemas automáticos de control.
Algunos de los signos visibles en las vacas que deberemos controlar son:
Respiración rápida y superficial (jadeo), con aumento de salivación (sialorrea)
Frecuencia respiratoria > 50 r.p.m. indica estrés por calor
Si sacan la lengua para respirar es un síntoma de estrés más severo
Otros síntomas son:
Reducción del consumo de materia seca
Variación en los patrones de rumia y alimentación
Aumento de enfermedades como laminitis, acidosis y timpanismos
Aumento del consumo de agua
También podremos observar una mayor permanencia de los animales en pie para aumentar la superficie cutánea de ventilación/sudoración o, en caso de falta de sombra, para disminuir la superficie expuesta al sol.
Los signos indirectos también serán de ayuda:
Reducción de la producción y calidad de la leche, con descenso de los porcentajes de grasa y proteína Aumento del RCS (Recuento de células somáticas) por el aumento de las mamitis Dentro de las estrategias recomendadas para el manejo del estrés por calor podemos enumerar unas cuantas: La parte más sencilla, y a la vez la más compleja, es el manejo de la alimentación desde un punto de vista nutricional. Hay mucha bibliografía al respecto junto a estudios de diferentes compuestos que nos ayudarán en la labor. Hemos hablado anteriormente de la disminución en la ingesta de alimentos cuando las vacas sufren estrés por calor, así que debemos conseguir una mayor ingesta de energía aumentando el aporte de grasa, aportando forrajes de alta calidad y digestibilidad y evitando elevados contenidos de proteína. Se pueden emplear aditivos digestivos que mejoren el ambiente ruminal, aportando electrolitos minerales a la dieta para evitar pérdidas excesivas de sodio y potasio a través de la sudoración, o incluir un mayor aporte de antioxidantes como la vitamina E. Se pueden aportar diferentes compuestos que modulen la respuesta hormonal frente al estrés y disminuyan los niveles de cortisol. Elegiremos las horas más frescas del día para...
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