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Los días son cada vez más largos y el calor del verano llegará antes de que uno se entere. A medida que los días se vuelven más cálidos, controlar los efectos negativos del estrés por calor es una preocupación para los productores de leche, pero ¿sabía usted que el estrés por calor también puede dar lugar a otros problemas de producción que pueden no aparecer hasta el otoño y principios del invierno?
Cada vaca lechera tiene un umbral dentro del cual podrá realizar sus funciones corporales normales y comportarse con normalidad.
Cuando el ambiente es demasiado caluroso y empiezan a experimentar estrés por calor – índice de temperatura-humedad (THI) superior a 68 -, la vaca empezará a modificar su comportamiento para disipar el calor adicional.
Los cambios en el comportamiento pueden ser claros indicadores de que el calor está afectando a su metabolismo normal.
Las vacas que sufren estrés por calor ven aumentada su frecuencia respiratoria, y este aumento está correlacionado directamente con el índice THI y con la reducción del consumo de materia seca (DMI) (Figura 1).
Además, las vacas pasarán menos tiempo descansando durante un episodio de estrés por calor. Normalmente, cuando una vaca se tumba su temperatura interna aumenta, por lo que pasará más tiempo de pie para termoregularse.
Las vacas lecheras necesitan 12 horas de descanso al día para recuperarse del estrés metabólico y alcanzar sus objetivos productivos.
Lo que no podemos ver a simple vista es que, en las vacas sometidas a estrés por calor, el flujo sanguíneo se desvía del tracto digestivo a la piel para ayudar a disipar el calor, lo que puede debilitar la integridad de la pared intestinal y conducir a un intestino permeable.
Cuando la pared intestinal se vuelve permeable, las bacterias y el material extraño pueden escapar a la circulación causando una inflamación sistémica. Esto también puede verse agravado por el hecho de que las vacas estresadas por calor son propensas a desarrollar acidosis ruminal.
Todos estos factores tendrán consecuencias inmediatas para las vacas lecheras, tales como:
¿POR QUÉ SE RETRASAN LAS COJERAS TRAS EL ESTRÉS POR CALOR?
Hay cuatro razones principales por las que el estrés por calor en verano puede acabar provocando cojeras en otoño:
Esto provocará una lenta reducción de la producción y calidad de las pezuñas, lo que acabará provocando un aumento de las lesiones, que aparecerán en otoño.
CONSEJOS PARA CONTROLAR EL ESTRÉS POR CALOR Y REDUCIR LAS COJERAS
El primer paso para prevenir las cojeras otoñales causadas por el estrés por calor es controlar adecuadamente dicho estrés durante el verano con estrategias eficaces de reducción del calor e intervenciones nutricionales.
ESTRATEGIAS DE REDUCCIÓN DEL CALOR
Cuando la temperatura supera los 23 ºC y la humedad media es del 50 %, el ganadero debería instalar sistemas de ventilación para mejorar el movimiento del aire.
Por orden de prioridad, las zonas clave serían:
Las estrategias de ventilación deben diseñarse para que el aire alcance una velocidad de 10 km/h: es lo que se denomina velocidad efectiva de enfriamiento (ECV); la colocación y la velocidad correcta animan a la vaca a tumbarse.
INTERVENCIONES NUTRICIONALES
Hay muy pocas formas de aumentar realmente el consumo de energía de una vaca incrementando la densidad de la ración, ya que podría crear algunos problemas digestivos y metabólicos adicionales.
Así pues, lo principal que deben hacer los productores de leche es conservar los forrajes de mayor calidad y digestibilidad para las vacas que corren un mayor riesgo de sufrir cojeras como consecuencia del estrés por calor, es decir, las vacas en transición y las de alta producción.
Dos de los principales cambios metabólicos que se producen en la vaca sometida a estrés por calor son:
La alimentación complementaria con grasa puede ayudar a reemplazar parte de esta energía, y el aumento del consumo de proteínas de derivación puede ayudar a reemplazar las proteínas perdidas por la descomposición de los tejidos.
También vale la pena recordar que las vacas que sufren estrés por calor tienen tendencia a escoger y seleccionar la ración de forma más agresiva, ya que tratan de reducir el consumo de fibra, que aumenta la producción de calor en el rumen.
Una consecuencia de este comportamiento y de los cambios metabólicos que se producen durante el estrés por calor es que estas vacas son más susceptibles a la acidosis.
Debemos garantizar el suministro de un tampón eficaz y satisfacer el aumento de la demanda de calcio y sodio.
Las intervenciones de gestión, tales como el empuje regular del alimento, la alimentación compacta y asegurarse de que las vacas tengan suficiente espacio para comer (60 cm), pueden ayudar a evitar que seleccionen la ración.
Otra acción importante es proporcionar a las vacas abundante agua para beber. Durante los episodios de estrés por calor el consumo de agua puede aumentar, al menos, en un 25 %, por lo que es imperativo garantizar que los caudales de agua puedan mantenerse a la altura del aumento de la demanda (Figura 2).
La pérdida de agua aumenta en proporción directa a la de la frecuencia respiratoria. Situar los bebederos directamente en la salida de la sala de ordeño ayudará a aumentar el consumo de agua. Es importante tener en cuenta que si las vacas están siendo remojadas habrá una demanda adicional de agua.
Además, los productores de leche deben añadir a la ración oligoelementos de rendimiento.
El zinc, el manganeso y el cobre son fundamentales para el mantenimiento del sistema inmunitario de las vacas lecheras, y son componentes básicos para la formación de queratina de calidad en las pezuñas, el mantenimiento del epitelio, ligamentos y tendones.
Además, se ha demostrado que mejoran la integridad del intestino y ayudan a la vaca a controlar la inflamación.
MITIGA EL ESTRÉS POR CALOR, PREVIENE LAS COJERAS Y MEJORA LA PRODUCCIÓN
El estrés por calor es uno de los factores que más contribuyen a las cojeras en vacuno lechero.
Mientras que el estrés por calor puede dificultar la producción de leche y el rendimiento reproductivo en verano, la cojera posterior podría hacer que esas consecuencias negativas continuaran en otoño.
Los mejores gestores son capaces de aplicar las estrategias del día a día sin perder de vista el futuro. Invertir en estrategias para controlar el estrés por calor, tales como la ventilación y los aspersores, así como en intervenciones de gestión y nutrición, evitará que las cojeras aparezcan en otoño en nuestra granja y tendrá un retorno positivo de la inversión.
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