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El desperdicio alimentario del 2021

ÚLTIMO INFORME DESPERDICIO ALIMENTARIO (2021)

➢ El desperdicio alimentario en los hogares españoles descendió un 8,6 % en el año 2021, un avance significativo, aunque la cantidad sigue siendo demasiado elevada, 1.245,88 millones de kilos. 

➢ Como término medio, cada español tiró a la basura sin consumir el año pasado 28,21 kilos de alimentos, 2,72 kilos menos que en 2020, y la cantidad más baja de los últimos 5 años. 

➢ El desperdicio de alimentos se sigue produciendo en 3 de cada 4 hogares, en los que se tiran a la basura sin consumir el 4,2 % de los alimentos que se adquieren, una tasa que prácticamente permanece invariable con respecto al año anterior (4,3 %). 

CAMBIO DE HÁBITOS Y CONCIENCIACIÓN 

La reducción del desperdicio de alimento en los hogares se debe a un cambio de hábitos tras las medidas restrictivas con motivo de la pandemia de la COVID-19. Durante el confinamiento se consumió más en los hogares, se elaboraron más platos en casa y se ocasionó más desperdicio.

Con el fin de las restricciones y la vuelta a la normalidad se ha recuperado el consumo fuera de los hogares, en bares y establecimientos. El consumo extradoméstico en 2021 ha aumentado un 10, 4%, mientras que la compra de alimentos para consumir en casa ha descendido un 7,2 % y las ocasiones de consumo en el hogar disminuyeron un 5 %. 

➢ Pese a este aumento del consumo en establecimientos, el desperdicio de alimentos fuera de los hogares también se ha reducido, aunque en una proporción menor, un 1,8 %, al pasar de 25,65 millones de kilos a 25,18.

➢ En todo caso, estos datos indican que ha aumentado la conciencia ciudadana sobre la necesidad de un mejor aprovechamiento de los alimentos. Existe una mejor planificación en las cocinas familiares y una mayor responsabilidad en general para reducir el despilfarro.

LEY DE PREVENCIÓN DE PÉRDIDAS Y DEL DESPERDICIO ALIMENTARIO 

Combatir el despilfarro de alimentos es un imperativo ético que debe implicar al conjunto de la sociedad. Se despilfarran miles de kilos de alimentos cuando según la FAO más de 800 millones de personas pasan hambre en el mundo. 

En consonancia con las grandes líneas del Gobierno en materia de justicia social, protección ambiental y crecimiento económico, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha impulsado una ley pionera en España en la materia para combatir el desperdicio de alimentos. La ley va en línea del compromiso del Gobierno con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, que proponen la reducción a la mitad del desperdicio alimentario en el mundo para el año 2030. 

Tras la aprobación en segunda lectura por el Consejo de Ministros el pasado 7 de junio, está en trámite de tramitación parlamentaria. El Congreso de los Diputados acordó el pasado día 22 la avocación de la ley, lo que significa que la deliberación final en la Cámara baja se realizará en pleno y no en comisión. 

Con esta ley se trata de orientar la producción agraria hacia un sistema más eficiente, más inteligente y más enfocado hacia la economía circular, y despertar la conciencia ciudadana para un consumo más responsable. La ley trata principalmente de regular y concienciar. 

Tirar los alimentos es también un despilfarro de recursos naturales (agua, tierra, cultivos) y energéticos, y del trabajo de agricultores, ganaderos y pescadores.

Esta Ley busca optimizar al máximo la inversión y recursos económicos, naturales y humanos que conlleva la producción de alimentos y bebidas.

No hay alimento más caro que el que acaba en el cubo de la basura. 

La ley aspira a la reducción al máximo del desperdicio desde el momento de la cosecha hasta el consumo en hogares y restaurantes, pasando por la industria y la distribución. 

 

«Cuando se cultiva maíz, ¿qué se hace con la parte forrajera que no es grano? Pues dárselo a las vacas. Cuando se compra un paquete de almendras, ya no tienen la capota o envoltura, por tanto, la cáscara se puede utilizar para alimentar al ganado. Incluso los remanentes procedentes de la industria panificadora, el maíz, la semilla de algodón, los restos de grano de la cervecería y toneladas de otros subproductos, se pueden utilizar para alimentar al ganado rumiante.» («Una perspectiva sobre el impacto ambiental de los rumiantes en nuestra sociedad»-RumiNews)

Los ejes de la ley se establecen en torno a la buena planificación, el establecimiento de obligaciones y buenas prácticas. 

Uno de los aspectos esenciales de la ley es la jerarquía de prioridades, para prevenir el desperdicio de alimentos. Y la primera será el consumo humano, mediante la donación a bancos de alimentos y entidades de carácter social. La ley establece las obligaciones de donantes y entidades receptoras.

En caso de que no sea posible la donación, el destino de los productos que no se han vendido, pero que siguen siendo aptos para el consumo humano, será la transformación en otros productos alternativos. 

Si esto no es posible, el destino será la alimentación animal. De no poder ser así, se usarán como subproductos en otra industria; y en última instancia, ya como residuos, se destinarán al reciclado y, en particular, a la obtención de compost y, cuando no sea posible lo anterior, a la obtención de biogás o de combustibles. 

Todos los agentes de la cadena alimentaria tendrán la obligación de disponer de un plan de prevención de las pérdidas y el desperdicio, que aplique la jerarquía de prioridades. 

El objetivo que las empresas de la cadena hagan un autodiagnóstico de sus procesos productivos, identifiquen dónde se producen las pérdidas de alimentos, fijen medidas para minimizarlas y se aprovechen en otros usos. 

La ley tiene un amplio grado de flexibilidad y tolerancia para adaptarse a las características de cada sector o empresa. 

 


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