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La bioseguridad, entendida como “todo aquello que tratamos de hacer para prevenir o evitar la aparición de un problema sanitario en nuestra explotación”, es manifiestamente mejorable en muchas explotaciones de pequeños rumiantes. Una realidad que, sin duda alguna, podríamos asociar fácilmente a la falta de recursos, medios e infraestructuras que, tradicionalmente, se han asociado a este sector.
No obstante, esta justificación se antoja muy sencilla si consideramos que el sector de los pequeños rumiantes está tecnológicamente en auge, con asociaciones y explotaciones de ovino y caprino que aplican las tecnologías y los sistemas de manejo más modernos a nivel mundial.
Teniendo en cuenta esta situación, podemos atribuir los fallos de bioseguridad que acontecen en muchas ocasiones al desconocimiento de diversos aspectos ligados a la epidemiología de las enfermedades y, en especial, a las vías de entrada que utilizan bacterias, virus o parásitos a nuestras instalaciones.
La presencia de portadores asintomáticos de muchos agentes a cualquier edad, que permiten su entrada inadvertida a las explotaciones, o incluso los efectos perjudiciales que pueden ejercer algunas infecciones subclínicas “en la cuenta de resultados de las explotaciones” son hechos que a veces pasan inadvertidos o no son tomados en consideración.
Algo que también podemos extender al desconocimiento existente en relación a los factores de riesgo implicados en la transmisión de muchas de estas enfermedades.
A pesar de ello, afortunadamente, también son reseñables las mejoras que se han conseguido en este sentido en muchas asociaciones y ganaderías, todo ello en pos de la bioseguridad en general.
Entre los muchos factores a considerar en referencia a la bioseguridad de nuestras explotaciones, debemos considerar aspectos como:
Podríamos seguir así con un largo etcétera de aspectos que al final, en conjunto, son los que componen la bioseguridad global de una determinada ganadería y el nivel de riesgo para la entrada de nuevos patógenos en la misma.
Es evidente que, en otros sectores como la avicultura o la porcinocultura, muchos aspectos de este “listado de prioridades” están más asumidos. No obstante, el nivel de bioseguridad de muchas explotaciones de pequeños rumiantes es muy elevado y no tienen nada que envidiarles.
En este sentido, y al objeto de que cada uno analice o al menos reflexione en referencia al nivel de bioseguridad de su empresa, vamos a plantear una serie de cuestiones para que
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