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La Peste de los Pequeños Rumiantes (PPR), también conocida como «peste ovina» y «peste caprina», es una enfermedad vírica de los caprinos y ovinos causada por un Morbilivirus de la familia Paramyxoviridae que está relacionado con la peste bovina, el sarampión y el moquillo canino.
Puede afectar también a ganado bovino, búfalos, camellos y cerdos, en los que no se desarrollan signos clínicos ni pueden transmitir la enfermedad a otros animales.
Es una enfermedad de declaración obligatoria. No es una zoonosis.
La PPR se ha descrito de forma endémica en Oriente Medio (Península Arábiga, Turquía, Irán e Irak), el sur de Asia (India, Nepal y Bangladesh) y África, continente en el que a excepción de Egipto, la enfermedad se encontraba acantonada en los países al sur del Sáhara, hasta que en julio de 2008, Marruecos notificó oficialmente a la OIE la aparición de la enfermedad en su territorio, donde desde que se detectaran los dos primeros focos a mediados de julio, la enfermedad se dispersó rápidamente por todo el país, afectando mayoritariamente a explotaciones de engorde, con tasas de morbilidad y mortalidad del 13 y 6 % respectivamente.
En China se notificó el primer caso en 2007.
En España nunca se han declarado focos de Peste de los Pequeños Rumiantes, siendo considerado país libre de la enfermedad.
PROPAGACIÓN DE LA ENFERMEDAD
El virus se encuentra en las lágrimas, secreciones nasales y expectoraciones, así como en las heces de los animales infectados. La enfermedad se transmite por contacto directo entre animales, por inhalación mayoritariamente.
Los bebederos, comederos y camas de paja también son foco de contagio al ser contaminados por las secreciones y convertirse en fuentes adicionales de infección.
Los animales excretan el virus antes de mostrar sintomatología clínica, por la que la enfermedad puede propagarse a través del movimiento de animales infectados.
SIGNOS CLÍNICOS
Son similares a los de la peste bovina. Presentan un periodo de incubación de entre 3 y 6 días, tras el cual aparece una fiebre repentina, depresión grave, pérdida del apetito y secreción nasal clara.
Esta secreción nasal se vuelve más espesa y amarilla, llegando a ser profusa y formando una costra que bloquea las narinas causando dificultad respiratoria.
Los ojos tienden a infectarse, llegando a «pegarse» los párpados debido a las secreciones. Se pueden formar úlceras en las encías inferiores, almohadilla dental, paladar duro, carrillos y lengua, así como inflamación de los tejidos bucales.
También cursa con diarrea profusa, puede provocar abortos y al avanzar la enfermedad puede provocar neumonías.
El pronóstico suele ser reservado y la muerte puede producirse a los 5-10 días de iniciarse la fiebre.
Afecta más gravemente a los animales jóvenes, y más a las cabras que a las ovejas.
Se puede sospechar de la enfermedad cuando encontramos esta sintomatología en ovinos y caprinos, y no están afectados los bovinos.
PREVENCIÓN
Se está desarrollando una vacuna pero, ante un brote, las medidas recomendadas consisten en el sacrificio de los animales afectados y el control del desplazamiento de animales vivos para evitar que se extienda la enfermedad.
Fuente:FAO.ORG,MAPA.
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