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El ganado bovino ha sido utilizado desde hace siglos como animal traccionador, de tal manera que siempre fue una herramienta muy útil para las tareas agrícolas y el transporte, no sólo de frutas y hortalizas, sino también de áridos para la construcción.
Tal era su fuerza que podían arrastrarse más de cinco toneladas de peso con la ayuda de una pareja de bueyes, o incluso toros.
Las razas bovinas que atesoraban estas capacidades presentaban:
Esto se debe a que con estas partes del cuerpo ejercen la fuerza para el tiro de las carretas, del arado o de las artes de pesca.
La raza bovina Murciano-Levantina, conocida y demandada en el Levante, era imprescindible para el laboreo de huertas, transporte de productos agrícolas a los mercados de poblaciones aledañas, derribo de casas y transporte de materiales de construcción; también se utilizaban los machos castrados o bueyes puesto que su fuerza era muy superior a la de las vacas.
Carreteros atrevidos utilizaron toros sin castrar por su extraordinaria fuerza para transportar piedras y áridos.
En la costa, la vaca Murciano- Levantina era demandada para la actividad pesquera. Una barcaza con vela latina iba dejando una red a lo largo del mar hasta llegar a la otra punta de la playa, donde el cabo se engarzaba al ubio o yugo de una pareja de vacas que iban tirando de ella junto con todos los peces que quedaban enredados. Una vez fuera del agua la red, los peces eran capturados a mano.
Este hecho ha sido inmortalizado por el gran pintor Sorolla en múltiples obras.
Otra de las características de estos animales de labor era que tenían 1 ternero/año, al que alimentaban inicialmente a base de leche materna para, posteriormente, acabarlo a los 15 meses de edad a base de productos de la huerta y algo de cereal, siendo vendido en alguno de los mataderos de las ciudades a las que transportaban mercancías.
Estos terneros, conocidos como “cherros”, eran muy demandados en mataderos de ciudades como Valencia o Madrid, lugares que visitaban y donde se mercadeaba, y a los que se tardaba en llegar cerca de dos semanas.
La leche que producían, unos 4 litros (después de descontar lo ingerido por el ternero), era utilizada por las familias como alimento para niños y ancianos, al igual que el calostro. Cuando la producción láctea era muy elevada (unos 7-8 litros) se vendía en el vecindario en lugar de la leche de cabra.
Finalmente, la vaca Murciano-Levantina era un buen producto en los mercados de Murcia, Alcantarilla, Calasparra y Lorca, reflejándose un censo en la Región de Murcia de 66.000 ejemplares en el año 1916 (Memoria ganadera, Antonio Panés Rodríguez, Inspector Veterinario y Jefe Provincial de Ganadería de Murcia).
Por otro lado, varios autores han destacado la existencia de 4 variedades de la vaca Murciano-Levantina:
En la actualidad, los escasos ejemplares que aún existen en pureza racial (no más de 20) presentan el formato de la variedad Calasparreña, con una capa canela con dibujos estrellados y redondeados del mismo color pero diferente tono; presentan también una papada abundante y una piel muy gruesa.
En relación a pesos al sacrificio, no existen registros superiores a:
Estos animales se encuentran distribuidos por los municipios de Murcia, Beniel, Las Torres de Cotillas, Caravaca de la Cruz, Lorca, Águilas, en las proximidades de la ciudad de Almería y en una ganadería extensiva manejada en una dehesa en el término municipal de Villanueva de Córdoba. También hay algunos ejemplares en las localidades de San Fulgencio y Alcira en Valencia.
La alimentación de los ejemplares es a base de concentrados y forrajes en pesebre, y solamente 2 ganaderos los mantienen en sistemas extensivos, donde se adaptan bien por el consumo de forrajes.
Son animales poco exigentes en cuanto a instalaciones ganaderas, resistiendo muy bien el calor, aunque la disponibilidad de agua es un requisito imprescindible para su mantenimiento.
Además, padecen pocas enfermedades, pudiendo considerarse resilientes al cambio climático dado que el medio natural donde se ha desarrollado la raza presenta el promedio de temperaturas más altas de Europa. La productividad de estos animales ha sido poco estudiada debido al escaso número de individuos que existen desde finales del siglo XX hasta la actualidad.
Como nos podemos imaginar, los animales que aún permanecen tienen un coeficiente de consanguinidad o inbreeding muy alto y los fallos reproductivos son muy frecuentes.
Los terneros al nacer presentan una acentuada torpeza al mamar, necesitando una administración manual del calostro.
Es por ello que ha sido necesaria la creación de un banco de germoplasma, ubicado en el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (IMIDA), donde se mantienen congelados los gametos y embriones de esta raza bovina.
El total de dosis seminales conservadas es de 9.692, empaquetadas en pajuelas de 0,5 ml, pertenecientes a 16 toros de la raza.
Se ha intentado dar utilidad a los ejemplares que aún sobreviven:
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