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AUTOR

Félix Fares

Ingeniero Agrónomo, Consultor de empresas agropecuarias

Esta pregunta se plantea con frecuencia en muchas empresas, y en la búsqueda de la respuesta encontraremos diferentes estrategias y acciones que podremos llevar a cabo. Pero, el término viable no deja de ser subjetivo, y tiene diferentes interpretaciones.

Siempre es interesante plantearse si el tambo de una empresa es viable, o por lo menos sostenible en las condiciones en las que viene operando, o si habrá que llevar a cabo acciones que mejoren su situación.

Generalmente, viable se suele entender como rentable, es decir, un tambo viable es aquel que es rentable.

Como contrapartida, si arroja pérdidas pasa a ser inviable pero, dado que el negocio del tambo no es cortoplacista como la agricultura, sino que tiene otro horizonte, no es fácil determinar la viabilidad de un tambo.

A nivel mundial, la tendencia es inequívoca: a medida que pasa el tiempo van desapareciendo tambos alrededor del mundo, y los que quedan van tomando cada vez mayor escala, de modo que no se trata de un fenómeno local.

Entonces, viene la pregunta, ¿POR QUÉ ESTÁ OCURRIENDO ESTO?

Convengamos que la viabilidad, en este caso de una explotación lechera, no es algo permanente e inamovible, que se adquiera y quede garantizada para siempre, sino que puede sufrir variaciones a lo largo del tiempo.

Sería difícil, hasta temerario, afirmar que determinada empresa tiene la viabilidad asegurada, ni siquiera tomando como referencia el tamaño alcanzado, debido a que nadie puede predecir lo que, al final, es el resultado de una multiplicidad de factores:

  • Internos: propios de cada empresa
  • Externos o del entorno: sobre ellos es poco lo que se puede hacer, al menos en lo inmediato

El precio que recibe el productor de leche es el mejor ejemplo, con sus fluctuaciones a lo largo del tiempo, pasando por buenas épocas pero también por malas y, lamentablemente, sin que nadie pueda predecir cuánto va a durar la tendencia (alcista o bajista), o cómo de bruscos serán los cambios.

Algunos pueden argumentar que el precio que reciben por su leche debería al menos cubrir los costos de producción, pero procede preguntarse dos cuestiones:

  • ¿El precio de la leche en origen debería ser en función a los costos de producción o debería surgir de lo que los consumidores estén dispuestos a pagar por el producto?
  • Como productor, ¿conozco el costo real de producción de MI tambo, a lo largo del año, sabiendo qué ítems estoy considerando en mi diagrama de costos?

El MI en mayúscula alude a que, más allá de las generalidades que se puedan calcular y publicar por diferentes organismos:

Lo ideal es que cada tambo sepa exactamente cuál es su esquema de costos, que no es fijo a lo largo del año, sino que va variando, comenzando por el complejo rubro de la alimentación, el principal de ellos.

Entonces, podremos concluir si estamos produciendo con beneficios, solo salvando los costos, o en pérdidas.

CADA EMPRESA LO TRADUCE COMO…

Veamos casos concretos. Por ejemplo, el de “El Amanecer S.A.”, en el que conviven la agricultura y el tambo. En más de un ejercicio, fue la agricultura la que “salvó las papas” al final de año.

El hecho de que se produzca maíz que luego es consumido en el tambo, y soja que luego es canjeada por extrusado, también para el tambo, puede llevar a pensar que hay una actividad, la agricultura, que con sus buenos resultados está subsidiando a otra, el tambo, por lo menos en determinados ejercicios.

Ahora bien, sería interesante conocer el monto en cada ejercicio de ese “subsidio” de la agricultura al tambo, primer paso en el análisis. Lo segundo será, en función de la magnitud del subsidio, decidir los pasos a seguir.

Y, aún contando con determinados datos, puede ocurrir que la decisión no sea la misma en todas las empresas.

Puede ocurrir, como en el caso de “El Amanecer”, que la decisión sea continuar con el tambo de todos modos, teniendo en cuenta que:


 




 
 

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